Hace poco recordé una tarde de otoño, cuando en una loma de la comunidad de Quexihuada, recargado en los polines viejos de un campanario improvisado frente a una capillita, miraba el paisaje desde lo alto esperando al atardecer. Me declaro fanático de los atardeceres y esa vez esperaba uno espectacular ya que contaba con un excelente palco para apreciarlo, y el conjunto de buenas experiencias ocurridas ese día levantaban mi estado de ánimo y optimismo .
Mientras el sol se ponía comencé pensando en mi vida transcurrida, en aquellas vivencias no tan felices que me hacían sentir sumamente confundido y triste, y por otra parte en el conjunto de lecciones de vida que adquirí en diferentes momentos y diferentes circunstancias. Enajenado en los detalles de toda una vida, entendí la importancia de haber aprendido, mucho o poco, de cada minuto en que nos damos la oportunidad de vivir y darle sentido a nuestra vida mas allá de cumplir el ciclo vital. Y comprendí la corta oportunidad que tenemos para aprender viviendo, aprender todo eso que nadie más nos puede enseñar. En esa etapa de mi vida ya había perdido la noción del tiempo, veía la vida como si hubiera vivido 100 años o más... o menos, eso también acarreó la preocupación por el futuro pues ya no podía dimensionar si el futuro era el pasado, o ese mismo instante..... y ese día yo ni siquiera llegaba a los veinte años.
No recuerdo como fue ese atardecer, mucho menos lo que ocurrió ese día ni el siguiente, mas pensar en aquel momento me hizo reflexionar como cuando alguien está a punto de morir y "ve pasar toda su vida en segundos", en todo lo que he vivido desde entonces y antes de entonces; en el conjunto de vivencias buenas y malas, y en el esfuerzo (algunas veces insuficiente y otras excedido) por que sean mayoría los buenos momentos. De vez en cuando estoy reflexivo, melancólico, taciturno cuando recuerdo esas viejas heridas que me hicieron aprender y algunas veces hasta cambiar mi vida... hoy como superviviente de mi destino, lo interpreto como la Comezón de la Costra de las heridas que están sanando.
Post-Prólogo (ja ja ja... me encantó la palabra)
No pretendo un premio literario, ni que este sea un blog-emo, o cortarme una oreja y escanearla para ilustrar la web con algún mal momento no superado, menos pasar horas frente al diccionario buscando un sinónimo para alguna palabra que se repita en menos de 10 renglones o sea un insulto. De lo mucho o poco que he vivido (sin juzgarlo como bueno o malo) aprendí a coleccionar experiencias, y a tratar de fijarme en cosas diferentes y en esos pequeños detalles que solemos ignorar, en hacer especial cada momento. Busco que la vida no pase sin darle sentido a todo lo que pueda, y si no puedo, pues encontrar alguna opinión irreverente sobre el día, el momento o la mosca que le cayó a mi vaso. Aquí comparto eso a los excelentes amigos que he encontrado en el camino, algunos ya inventariados en el feisbuk...y a los que todavía no conozco....